La fiebre constituye una respuesta importante para ayudar al organismo a combatir infecciones, pero tiene un alto costo energético. Por eso los mamíferos y las aves pueden bajar su temperatura corporal en lugar de elevarla cuando las condiciones son desfavorables para el desarrollo de fiebre. Las infecciones pueden combatirse posteriormente, cuando haya energía sobrando.
En un artículo publicado en el Journal of Experimental Biology, científicos de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en Brasil, pusieron de relieve el rol de la hipotermia regulada en la tolerancia a las infecciones entre las aves. Esta investigación, que contó con el apoyo de la FAPESP, apareció destacada en un texto de difusión publicado en la referida revista.
En un trabajo anterior, el grupo de investigadores había demostrado que las aves también poseen este mecanismo, hasta ese momento descrito únicamente en mamíferos. Y demostraron así que esta capacidad puede haber sido heredada de un lejano antepasado común a ambos grupos de animales, o desarrollada en forma independiente (lea más en: agencia.fapesp.br/38444).
“En esa oportunidad, les inyectamos a los pollitos una alta dosis de lipopolisacáridos, componentes de la pared bacteriana que simulan una infección, pero que no causan enfermedad en los animales. Medimos de qué manera enfrentan la infección en cuatro escenarios distintos: al calor y bien alimentados, al calor y con hambre, con frío y bien alimentados y con frío y con hambre”, dice Lara do Amaral Silva, quien realizó este trabajo durante su doctorado en la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias (FCAV-Unesp), en la localidad de Jaboticabal, con beca de la FAPESP.
Como era de esperarse, los pollitos que estaban bien alimentados y al calor empezaron a desarrollar fiebre a partir de las tres horas tras la aplicación de la inyección. En tanto, la temperatura de los que estaban con hambre y frío experimentó una merma de alrededor de 2 °C durante a primera hora tras la infección, para luego empezar a subir gradualmente.
Aun después de seis horas de la infección –un lapso que no había sido registrado en el trabajo anterior del grupo– la temperatura de los animales se encontraba 0,5 °C más baja, en un momento en el cual era de esperarse registrar fiebre. En los otros grupos experimentales, los resultados fueron intermedios entre esos.
“Los pollitos con hambre y frío, cuando fueron infectados, estaban enviando más sangre hacia la piel y estaban jadeando, lo que hacía posible que escapase más calor de sus cuerpos. Estaban claramente manteniéndose fríos, muy probablemente para evitar el gasto de energía y priorizar el mantenimiento de las funciones vitales en lugar de combatir la infección”, explica Kênia Cardoso Bícego, docente de la FCAV-Unesp y coordinadora del estudio.
Para verificar si los pollitos desafiados con frío y hambre aún mantenían la capacidad de aumentar la tasa metabólica y producir fiebre, los investigadores les inyectaron un medicamento que induce un aumento de dicha tasa. De este modo, las aves contarían con energía de sobra como para elevar la temperatura. Así y todo, y aun con la droga en acción y con la tasa metabólica aumentada, la temperatura de sus cuerpos no se elevó. Los pollitos procuraron perder calor, lo que demuestra que la inhibición de la fiebre estaba regulada por el organismo y no una falla inmunológica.
“Los resultados demuestran fuertemente que la merma de la temperatura durante una infección severa no constituye un colapso del organismo, tal como ya se ha argumentado. Al contrario: es una respuesta tendiente a conservar energía, evitando así el aumento de la temperatura, que es un gasto sumamente elevado. Asimismo, la baja de la temperatura se prioriza cuando el animal afronta otros desafíos que debe combatir, tales como el frío y el hambre”, culmina Bícego.
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