Los seres humanos somos de naturaleza curiosa. Por eso, siendo pequeños nos resulta casi inevitable no sorprendernos cuando vemos a una persona con un aspecto singular.
Este interés genuino es el que marca que algunos de esos niños dediquen su vida de adultos a tratar de responder a esa pregunta que tantos avances ha supuesto para la ciencia: “¿Por qué?”. Lluís Montoliu es una de esas personas que sigue mirando la vida con los ojos de un niño. Por eso, Genes de colores (Next Door Publishers, 2022) es, ante todo, un libro que cura la curiosidad.
Su experiencia de más de tres décadas en el campo de la pigmentación y las enfermedades raras (aquellas cuya prevalencia es inferior a 5 casos por cada 10.000 personas) es lo que permite a este investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) mostrar al lector el apasionante mundo de la genética de manera amena y divertida. Montoliu comienza Genes de colores asegurando que, si la felicidad existe, él debe de andar muy cerca de ella. No debe de ser mentira; la pasión contagiosa que atraviesa su libro, capítulo a capítulo, es prueba de ello.
Pregunta: Al leer el libro da la sensación de que tenía la necesidad de poner de manifiesto la relevancia de la pigmentación en nuestras vidas, casi como si de una cuestión de justicia poética se tratase.
Respuesta: ¡Es que esta es un poco la historia de mi vida profesional! Yo llevo más de 30 años trabajando con estos genes que afectan a la pigmentación y afectan al aspecto de los animales, y por supuesto, al nuestro propio. Los descubrí cuando hacía mi estancia postdoctoral en Heidelberg (Alemania) y quedé prendado. Me pareció un tema fascinante y empecé a centrarme en la falta de pigmentación, que particularmente llamamos albinismo. Se trata de un tema interesantísimo, ya que en genética es importante estudiar tanto la pigmentación como la ausencia de esta. Descubrí, para mi sorpresa, que tanto los mamíferos como los humanos con albinismo tienen un problema visual notable además de la falta de pigmentación. Esto era algo que al principio no entendíamos, y nos llevó unos cuantos años encontrar la explicación. Y esa es mi historia. A mí me gusta divulgar sobre aquello de lo que mínimamente sé. Por eso este es un libro que recoge los que han sido mis intereses fundamentales en la ciencia en los últimos treinta años.
P: Y sin embargo usted empezó en el mundo de la genética molecular de plantas. ¿Cómo se acaba centrando en enfermedades raras y, en particular, en albinismo?
R: Soy raro hasta para eso, ¿verdad? Pero creo que es bueno, y es un mensaje que suelo dar a mis alumnos. Si te interesa la ciencia lo importante es ser curioso. A mí la genética me apasionaba desde el instituto, yo quería dedicarme a esto. Ya en la carrera me hablaron de un grupo que trabajaba con maíz en edición genética y me tiré de cabeza. Así que sí, mi entrada en la genética fue en el mundo de las plantas, pero al acabar mi tesis salté al campo de los mamíferos, en particular a los ratones, y descubrí el mundo de la pigmentación. Pero te voy a decir una cosa; todos los seres vivos de este planeta compartimos la misma estructura de ADN, y los genes que tenemos son en realidad muy parecidos, por tanto, tampoco estás abandonando un mundo para entrar en otro
P: ¿Cuáles fueron las grandes diferencias que notó al pasar del mundo de las plantas a la experimentación con ratones?
R: Bueno, ¡la gran diferencia es que el maíz no puede morderte! (Ríe). Los que trabajamos con ratón somos investigadores de dos tipos: personas que han sido mordidas por un ratón y personas a las que algún ratón va a morder.Bromas aparte, como te decía antes, el ADN es el mismo y la estructura de esta molécula es la misma, pero el desarrollo es muy distinto. Trabajar con mamíferos es algo un poquito más complicado, porque ni siquiera es algo que puedas ver: es algo que ocurre en el útero de la ratona. Implica tener conocimientos de anatomía y de cirugía. Además, para realizar un estudio con ratones yo tengo que justificar por qué recurro a la experimentación animal, y tengo que explicarle a un comité de ética que no existen métodos alternativos para hacer lo que yo quiero hacer. Es evidente que debemos tratar a estos animales con un respeto, de modo que hacer experimentos con ratones siempre implica una serie de pasos que no necesitas seguir en otros casos.
P: Hablemos de los genes de colores. En el libro dedica un capítulo entero a hablar del albinismo y comenta que no todas las personas con esta condición genética tienen ausencia de pigmentación en la piel. El albinismo de tipo OA1, por ejemplo, solo afecta a la visión. ¿Cree que el estereotipo que tenemos sobre esta condición afecta a la hora de diagnosticar algunos tipos de albinismo?
R: Naturalmente. De hecho, el albinismo históricamente se llama así porque los primeros tipos que se detectaron y caracterizaron fueron los que causan la pérdida total de la pigmentación. Lo que pasa es que el albinismo es un cajón de sastre; a medida que hemos ido investigando nos hemos ido encontrando hasta veintidós tipos distintos. ¿Y qué es lo que tienen en común todos ellos? Pues no es la ausencia de pigmentación, para sorpresa de muchos. Los problemas de la visión, que antes pensábamos que eran secundarios, resulta que son primarios. Y esto es algo complicado de hacer entender, por eso sí, claro que afecta. Hay mucha gente que no está diagnosticada. Son personas que han asumido que ven mal y que no tienen el aspecto que presuponemos que deben tener las personas con albinismo.
P: Hay casi 700 genes implicados en la pigmentación. Pero muchos de estos genes no afectan solo a estos aspectos. La hiperpigmentación puede aparecer como un síntoma adicional de otras patologías. ¿Por qué sucede esto?
R: La evolución siempre echa mano de lo que tiene, y apenas tenemos 20.000 genes. Cuando se secuenció el primer borrador del genoma humano en febrero de 2001 la expectativa era que tuviéramos un montón de genes. Se hablaba incluso de cifras como un millón… ¡Si es que somos muy complicados los humanos! La primera cura de humildad que tuvimos que aceptar fue esa: apenas teníamos los mismos genes que un gusano o una mosca. ¿Qué está pasando aquí? Te das cuenta de que la solución está en un concepto que en genética llamamos pleiotropía. Esto quiere decir que cada gen no solamente hace una cosa, sino que cumple múltiples funciones. La evolución no progresa inventando nuevos genes si no que primero aprovecha lo que tiene. Y así es como cada gen acaba haciendo un montón de cosas. ¿Cuál es el problema? Pues que cuando mutamos un gen no solo ocurre una cosa, ocurren muchas. Esto es algo que debe tenerse muy en cuenta cuando hablamos de edición genética: tanto para añadir como para quitar genes hay que saber muy bien cuáles son las diferentes funciones que tienen estos en todo el sistema. Quizás estemos generando problemas en lugar de soluciones.
P: En el libro también muestra la relación entre la pigmentación, que es algo que percibimos visualmente, y otros sentidos como el oído.
R: A quien le gusten los perros sabrá que a veces a los dálmatas se les tilda de tontos. No es que sean tontos, ¡es que a veces no oyen! Los dálmatas tienen una mutación en un gen que está asociado al desarrollo y a la migración de las células pigmentarias (melanocitos), que no solo llegan a la piel, al iris o a los folículos capilares; llegan a los sitios más recónditos de nuestro cuerpo, como la cóclea, que está en el oído interno. Y ahí cumplen una función muy importante para que podamos oír correctamente. Aquellos animales y aquellas personas cuyas células pigmentarias no llegan, por alguna razón, hasta la cóclea, van a ser sordas congénitas.
P: Pero, ¿cómo puede ser que la ausencia de pigmentación en la cóclea nos haga ser sordos?
R: Dentro de la cóclea tenemos el caracol, que es una estructura en espiral. Y ahí se encuentran las mecanorreceptoras, unas neuronas especializadas que cuando vibran mueven una membrana. Esta vibración se transforma en una señal eléctrica que finalmente nuestro cerebro interpreta como el sonido. Para que esto ocurra debe haber un reciclado de una serie de componentes, entre ellos el calcio. Ahí entra la melanina, la pigmentación, que ayuda a ese reciclado. Cuando no tienes esas células pigmentarias difícilmente puedes reciclar el calcio y se acaba alterando la percepción del sonido causando sordera.
P: En un punto del libro llega a decir que los ojos azules o verdes no existen.
R:. Los ojos verdes, azules o violetas los tenemos que interpretar como ojos con poca pigmentación. Y esa poca pigmentación produce un efecto óptico que hace que se absorba la mayor parte de longitudes de onda de la luz y se dispersen específicamente las de menor longitud. Según el espectro electromagnético, estas últimas son precisamente las que se corresponden con colores como el azul o el violeta. Hay otros animales que sí que tienen pigmentos azules, rojos o amarillos, pero nosotros [los mamíferos] solo tenemos el pigmento marrón oscuro - negro de la eumelanina y el amarillo - rojizo de la feumelanina. Y con esto tenemos que arreglarnos. ¿Cómo sale el azul si mezclamos negro con naranja? ¡Pues no sale! No si lo queremos hacer directamente con el pigmento. Así que echamos mano de la física, que es la que explica los colores de los ojos.
P: Y esa falta -que no ausencia- de pigmento en los ojos suele ir asociada con otros atributos físicos, ¿no?
R: En general sí, aunque no siempre. Las personas con ojos claros suelen tener también piel y cabello claros. ¿Y dónde nos encontramos típicamente a personas que encajen en esta descripción? En el Norte de Europa. Estos son los peajes que hay que pagar cuando vives en zonas con poca luz. La evolución selecciona a personas que han acumulado mutaciones que les palidecen la piel porque así tienen más facilidad a la hora de realizar la síntesis de la vitamina D, que necesita la acción del Sol para completarse. Y al bajar la pigmentación en todo el cuerpo cambian también el color de ojos y cabello.
P: ¿Qué relación existe entre las matemáticas y la pigmentación y qué tiene que ver Alan Turing en todo esto?
R: ¡Alan Turing era una persona excepcional! Hay que reivindicarlo siempre. Las películas le han hecho famoso por descifrar el código de la máquina Enigma en la Segunda Guerra Mundial, pero hizo muchas más cosas. Como matemático, un día se le ocurrió explicar cómo se forman los patrones de pigmentación en la naturaleza. Te paras a pensar esto y dices: “¡Pero si esta persona no es bióloga!” Pero es que lo que él hizo fue convertir lo que veía en ecuaciones, en lo que él sabía hacer. ¡Y lo clavó! Ahora somos capaces de describir cualquier patrón de rayas, topos, rombos, los polígonos de las jirafas e, incluso, los patrones inesperados. Con el ordenador puedes recrear todos estos patrones, lo cual quiere decir que la naturaleza está utilizando realmente estos esquemas.
P: El último capítulo de su libro habla sobre la posibilidad de elegir el aspecto de nuestros hijos y aclara que esto, en realidad, no es posible.
R: Incluso aunque fuésemos capaces de hacerlo deberíamos preguntarnos: “¿Realmente queremos seleccionar el color de ojos de nuestros hijos?”. Cuando dices que quieres que tu hijo o hija tenga los ojos azules lo que estás diciendo implícitamente es que crees que las personas con ese color de ojos triunfan más en nuestra sociedad. Y aquí debemos pararnos y pensar si es lícito hacer una intervención que en lugar de disminuir las diferencias las aumente. Yo creo que no; éticamente no está justificado. Si algo tiene que hacer la ciencia es contribuir a que desaparezcan estas discriminaciones.
P: Genes de colores tiene un componente crítico muy importante, que permea todo el libro. En él explica que todos los humanos compartimos el 99,9 % del genoma, y que es una estupidez discriminar a alguien por su apariencia física. ¿Tenía en mente la necesidad de incluir este discurso o surgió de manera natural a medida que ibas escribiendo?
R: A lo largo de la historia determinados grupos poblacionales, sobre todo con piel oscura, han sido discriminados y perseguidos, atacados e incluso asesinados por su apariencia. Esto es un completo absurdo, siempre lo ha sido. No tiene ningún sentido, incluso desde el punto de vista de la genética. Recuerdo que fue algo que le comenté a mi editor desde el principio: “Vamos a escribir un libro de genética, pero vamos a darle un mensaje para ver si, de una vez por todas, ayudamos a contrarrestar todos estos fenómenos racistas que siguen teniendo cabida en nuestra sociedad”. Somos mucho más parecidos de lo que estamos dispuestos a asumir. Y cuidado, que la intuición engaña. Es la aparición de muy pocos genes lo que lleva a una persona a tener la piel más oscura, pero en el resto de los genes vamos a ser enormemente semejantes. De hecho, como bien dices, todos los humanos compartimos el 99,9 % de nuestros genes, lo cual quiere decir que solo nos diferenciamos en un 0,1%. Todos somos igual de distintos e igual de iguales.
P:¿Cree que es necesario que la ciencia tome partido y haga activismo en contra de lacras como el racismo desde el conocimiento que se tiene, en este caso, de la genética?
R: Yo sí creo que aquellos que conocemos un poquito sobre la biología, y en particular sobre la pigmentación, tenemos el deber de explicar que el color de la piel es una característica completamente anecdótica. Un solo cambio en una sola letra del ADN causa que una persona tenga albinismo, pero eso no quita que esa persona tenga sus aspiraciones y sus metas. Y si quiere ser arquitecta lo va a ser. O ingeniera, o música, o lo que sea.
P: ¿Con qué mensaje le gustaría que se quedase la persona que lea Genes de colores?
R: Este es un canto a la diversidad. Me gustaría pensar que la gente, cuando termine de leer este libro, se encuentre más cómoda aceptando y disfrutando la diversidad de aspectos que tenemos los seres humanos. Que vean que a nivel genético somos semejantes y todos necesitamos la misma capacidad de ser defendidos y de evitar cualquier tipo de discriminación. Ese es mi mensaje: aceptemos la diversidad.
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